jueves, 3 de febrero de 2011

Por un par de botas. (Argentino Luna).

Sentao` en su despacho el comisario
estaba hojeando expedientes
cuando el cabo se presentó trayendo al detenido.
Un mozo de 30 años, a lo sumo.
Vestía bombacha gris y corralera.
Pilchas que a juzgar por la vejez
daban prueba de la miseria de su dueño.

_Me lo entregó el sargento, comisario.
Este es el que anteayer robó unas botas
del boliche Los Bajos_
_¿Unas botas? Ladrón barato._

_¿Cómo te llamás vos?_
_Horencio Nievas_
_¿Y de ande sos?_
_De acá mesmo, señor_
_¿Trabajás?_
_No, señor. No hallo trabajo.
Estuve conchabao` pa la cosecha 
en la chacra e` los Varcala,
pero en cuánto terminó la juntada enáhi,
me echaron.
Ahora hago algunas changas
y ansí vivo..._

_¿Y a qué le llamás changas?
¿A andar robando?_
El paisano bajó la vista al suelo.
_¿Ande tenés las botas?_
_En el rancho_
_Cabo, mande buscarlas,
y páselo no más al calabozo
que ya vamos a ver cuánto le damos_

Salió el cabo llevando al detenido
y el comisario se quedó pensando.
Un par de botas...
Ni pa robar sirven éstos paisanos vagos.

No habían pasao` dos horas
que un milico se le cuadró en la puerta.
_Con licencia. Acá tiene las botas, comisario.
Me las dió la mujer del detenido.
Las tenía puestas el hijo.
Un chiquilín de unos siete años_
_Ajá. Con que esas son las botas.
Son muy chicas pa ensuciarse las manos.
¿Y qué decía la mujer?_
_Y, nada. Lloraba como una madalena, comisario.
Y cuando m`iba dir, me dió esta carta
pa que se la entregara a usté en sus propias manos.

_A ver, déame.
Mujeres que defienden los maridos.
Nada más natural.
Pero lo malo, es que siempre los hallan angelitos
aunque les hagan sombra al mesmo diablo._

Pero esa carta era distinta a todas.
Escrita en un papel de estrassa
mugriento y arrugao`
las palabras eran una hilera torpe de garabatos
que había estampáo` la gracia y la inocencia
de aquella criatura de 7 años,
ajeno por completo a la desgracia
que la miseria echó sobre su rancho.

El ceño del comisario se fruncía
al tiempo que la iba descifrando
y al acabar de leer casi temblaba
la hoja de papel entre sus manos.

_¡Agente!_
_Mande, mi comisario._
_Vaya y devuelva a la mujer de Nievas
esas botas que ha tráido.
Dígale que fué un error.
Que nos disculpe.
Después va y le pregunta al bolichero
cuánto cuestan las botas,
se las paga y que se olvide el caso._

_Espere, espere. No se vaya.
A Horencio Nievas
ya mesmo me lo larga.
Y que no deje de llegarse hasta acá
mañana mesmo.
Puede que le haiga encontrao` algún trabajo._

Se retiró el milico tras la orden
y el comisario se acomodó en la silla
y al par que liaba un poco de tabaco
repasó aquella carta que aún temblaba
como un pajarito hondeao` entre sus manos.

"Señores Reyes Magos:
yo les pido que se acuerden este año
de traerme las botitas.
Yo soy bueno.
Y a sigún me han contao los otros chicos
si uno se porta bien todito el año,
ustedes siempre dejan un rigalo."

Al apartar la mirada de la hoja
sintió como una brasa dentro el pecho
y echó afuera la rabia, murmurando
_Mientras que la miseria
haga ladrones de esta laya
yo nunca serviré pa comisario._