viernes, 23 de julio de 2010

La peonada.

(Todavía no se quien me pasó este recitado. Publicarlo es agradecerlo.)

Te he dicho como cien veces,
que no hablés con la peonada
 a vos no te importa nada
de todo lo que te digo.
Pero parece que un castigo
 no puede enderezarte.
O lo hacés para embroncarme,
o pa´ hacerme sentir mal.

Para vos lo mesmo da,
pensás que somos iguales.
Ya sos un muchacho grande,
te tenés que comportar.
Ahora me vengo a enterar
que a la mañana temprano
vas a tomarte un amargo
al galpón con la peonada.

Nunca me dijiste nada,
pero tenelo presente.
No me gusta que esa gente,
quiera copar la parada.
Te veo todos los días
que ayudás con el trabajo, 
a ellos tenelos abajo,
nosotros estamos arriba;

Perdoná que te lo diga, 
pero somos diferentes.
Es otra clase de gente,
no es que le tenga desprecio
Hay que mantenerse lejos
y también ser muy prudentes.
Te tenés que poner duro
 y dejarte de zonseras.

La peonada es cosa seria,
no hay que dejar que te sobren.
Me enteré que hay una joven,
la hija del capataz,
la que te hace suspirar,
y según tengo entendido
que la visitás seguido,
y eso no va a funcionar.

Y que gusto le sacás
a andar mezclao en las yerras.
Le regalaste una yegua
al hijo de Don José.
La verdad, no se que hacer
pa´que entiendas mi mensaje.
No es que me falte coraje
pa´prohibirte todo esto.

Sos capaz de dar lo puesto,
por esta gente compadre.
Ya lo charlé con tu madre
 y ella me dio la razón,
es triste ver a un patrón,
codearse con la peonada.

Te aclaro, dentro e la casa,
yo no los quiero ni ver.
Si no dejas de joder,
te mando pa´la ciudad.
Allá hay gente de verdad
y que está a nuestro nivel.

Y el mozo con desagrado
al ver tan duro a su padre
de lejos miró a su madre,
montando en aquel tobiano.

Y levantando su mano,
dijo adiós a la peonada
que muchos sin saber nada,
no entendían lo ocurrido
y sin hacer mucho ruido,
se fue el joven de la estancia.

Y ya ganó la distancia
por la bronca enfurecido;
sobre el lomo del camino,
con lagrimas en su cara,
azotó a ese mala cara
para que apurara el paso.

Y tomó por un atajo,
desafiando su destino
cayendo muy mal herido,
al desbocarse el caballo.
Tirao estuvo dos días,
sin que nadie lo encontrara.
Su cuerpo se desangraba
y sus ojos se nublaron.

Unos paisanos lo hallaron,
boqueando y muy mal herido
Sobre el ultimo suspiro,
al hospital lo llevaron.
Y a su padre lo entregaron
cumpliendo su cometido.

Su cuerpo estaba tullido
y sin sangre en su torrente
“ vaya preparando gente
para una gran transfusión
dijo el medico al patrón
que como un niño lloraba.

Y allá afuera se escuchaba
el galopar de jinetes
que ante ese llamado urgente,
ya sus venas preparaban.

Después de estar internao,
su vista se le aclaraba
y a su cama la rodeaban,
casi unos veinte paisanos.
Él apretando sus manos,
contaba con su peonada.

Su padre sin decir nada,
con lágrimas en sus ojos
besó la frente del mozo,
a todos dándole gracias.

 "Al fin hoy estas de vuelta,
hijo de mi corazón,
me enseñaste una lección,
la que llevaré presente
que si no es por esta gente,
el tata Dios te llevaba
nunca mas te diré nada,
y pa´que vayas sabiendo
por tus venas va corriendo,
la sangre de esta Peonada .“

martes, 6 de julio de 2010

Al final de la contienda.

El pastizal fué escenario,
testigo el atardecer.
Por culpa de una mujer
que jugó con dos amores
se encendieron los fervores
de dos aceros trenzados
que a filo y punta tantearon
la fuerza de sus razones.

Eran nobles corazones
heridos por la traición
y a ley de facón
a muerte se condenaron.

Y allá tendidos quedaron
sobre el pastizal silente.
Ninguno tuvo más suerte,
pues los dos se ensangrentaron.

Ése tributo pagaron
por querer la misma prenda
y al final de la contienda
los dos salieron perdiendo.

El olvido fué cubriendo
la historia de esta topada,
y la huayna, como si nada,
con otro volvió pal pueblo.